Situaciones “FUERA DE CONTEXTO”

El 28 de junio de 1914, un joven nacionalista serbo-bosnio, Gavrilo Princip entró en los anales de la historia al asesinar al archiduque Francisco Fernando,

heredero de la corona del Imperio Austro-Húngaro, y a su esposa Sofía Choteck, en Sarajevo. Un golpe de suerte, o mejor dicho, la concurrencia de una serie de circunstancias, colocó al archiduque a escasos metros de su asesino, sentado en un vehículo parado, en una situación inmejorable para el terrorista que, desalentado por los fracasos de anteriores tentativas por parte de sus cómplices en el atentado, había entrado a una tienda a comprarse un bocadillo.

El asesinato del archiduque puso en funcionamiento la estructura de alianzas que dio inicio a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, en un primer momento, la gravedad del incidente pasó prácticamente desapercibida para los dirigentes europeos, disimulada entre los casi doscientos atentados por motivos políticos que habían tenido lugar en los últimos años. El error al diagnosticar la gravedad del asunto, y sus posibles implicaciones, impidió adoptar las medidas políticas y diplomáticas necesarias a fin de paliar su impacto hasta que resultó demasiado tarde para detener la tragedia.

En cualquier actividad de nuestro quehacer cotidiano, es prioritario identificar el hecho o la circunstancia que puede desencadenar problemas significativos y, para la inmediata detección del mismo, es necesario mantener un nivel de alerta y concentración acorde con las posibles consecuencias. Es por ello que, en muchas industrias, se establecen señales de alarma ante determinadas situaciones que permiten reaccionar de forma adecuada.

Durante el transcurso de un partido de fútbol existe, en muchas ocasiones, un incidente que provoca un cambio sustancial en el desarrollo del mismo. Dicho evento puede haber sido provocado de forma deliberada por alguno de los participantes – por ejemplo, un entrenador que decide “embarrar” el juego, instruyendo a sus jugadores que cometan un buen número de infracciones para cortar la fluidez del juego y así impedir al equipo adversario desarrollar su juego – o de una forma fortuita – por ejemplo, una jugada dudosa dentro del área, o una situación gol-no-gol no resuelta de forma decidida por el árbitro.

Asimismo, existe la posibilidad de que se trate de una jugada que podría considerarse “fuera de contexto”– habitualmente una entrada fuerte sobre un contrario, con el balón disputándose en el centro del campo, sin peligro aparente – que sorprende al árbitro y queda sin sanción disciplinaria o, como mucho, se zanja con una simple amonestación. A partir de ese momento, el juego se endurece de forma notable, las protestas surgen por cualquier decisión arbitral y todas las jugadas merecerían ser sancionadas con medidas disciplinarias. El clima del encuentro ha cambiado bruscamente, sin que el árbitro se haya percibido de que se ha presentado un “incidente de Sarajevo” y haya adoptado las medidas necesarias para paliar sus consecuencias. Cuando quiere darse cuenta, el partido se ha vuelto ingobernable.

De las situaciones mencionadas, la primera – provocación por parte del entrenador – resulta previsible para cualquier observador avezado y, por consiguiente, sencilla de

controlar para un árbitro con experiencia; suele venir provocada por el resultado, el tiempo que queda de juego o el bajón brusco de la condición física del equipo que lleva ventaja en el marcador.

La segunda – jugada dudosa – es producto del juego y, por ello, la única forma de evitar que se traduzca en un deterioro en el ambiente del partido es adoptar la decisión técnica y/o disciplinaria correcta, de forma decidida y expedita.

Sin embargo, la tercera situación – la que hemos denominado “fuera de contexto” – resulta mucho más difícil de percibir y apreciar sus posteriores efectos adversos. La única forma de valorar adecuadamente esta situación es practicando un arbitraje “global”, es decir, leyendo el partido en su conjunto en lugar de analizar y juzgar cada jugada de forma independiente. De esta forma, es posible identificar inmediatamente cualquier circunstancia “fuera de contexto” y, adoptando medidas severas de forma decidida y firme, mantener las riendas del encuentro y evitar que el devenir del mismo pase a otros derroteros. En ese caso, es preferible mostrar más rigor al sancionar la entrada – expulsión del jugador que, aparentemente, no tiene intención de disputar lealmente el balón, sino hacer daño al contrario – para mantener el nivel de juego que se había desarrollado hasta entonces.

Practicar un arbitraje “global”, en el sentido mencionado, está al alcance de muy pocos árbitros y denota una gran categoría y experiencia. El árbitro controla el partido en su conjunto, atento al nivel de juego que desarrollan ambos equipos, detectando de inmediato todo aquello “fuera de contexto” y pasando a controlar los acontecimientos, en lugar de ser atropellado por éstos.

Carlos A. Bacigalupe Enero 2015

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